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Diego Vecchio

La extinción de las especies

Una historia alternativa y estrafalaria sobre la fe en el progreso, el ansia de descubrimiento, la pulsión taxonómica, la manía de coleccionar y restaurar.
Finalista XXXV Premio Herralde de Novela
Gracias al legado de Sir James Smithson, Zacharias Spears funda en Washington D. C. un museo destinado a albergar las colecciones de especímenes recolectados en las expediciones de exploración del Oeste, amenazados por el apetito sacrílego de las polillas. El sueño de Mr. Spears es poner al alcance de todos la posibilidad de viajar hasta espacios y épocas remotas, recorriendo por dos centavos y en cuarenta minutos aquello que se halla separado por miles de millas y millones de años. El sueño, parece ser, se hace realidad. Al museo afluyen multitudes con sed de fósiles y medusas flotando en una solución de formol al diez por ciento.
Pero los museos, como la literatura, son criaturas caníbales, dispuestas a engullir piedras, plantas, pelícanos embalsamados, monedas, fetiches, cabelleras escalpadas, obras de arte, reptiles voladores o nadadores, ahogados o desplumados en el Cretácico antes de devorarse unos a otros. Con una pizca de ingenio, una buena iluminación y un cuidador que vigile que nadie toque nada, cualquier partícula del mundo puede ser expuesta en una vitrina o colgada en una pared.
La extinción de las especies es una historia natural de los museos, que nacen, se expanden, se agotan y se derrumban para atesorar aquello que fue, que ya no es, ni volverá a ser, pero que se obstina en persistir. Es, también, una historia alternativa y estrafalaria sobre la fe en el progreso, el ansia de descubrimiento, la pulsión taxonómica, la manía de coleccionar y restaurar. Es, en fin, una novela coral y singular, impecable y deliciosa; es una novela inextinguible.
146 printed pages
Original publication
2017
Publication year
2017
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Impressions

  • Armando Hernandez Garciashared an impression4 months ago

Quotes

  • Rafael Ramoshas quoted10 days ago
    El arte no admite divisiones geográficas o históricas. ¿Por qué habría de aceptarlas un museo, que es la posada con pensión completa de la Idea? ¡El arte que no es arte también es arte!
  • Rafael Ramoshas quoted10 days ago
    Cuando el Museo Flotante levaba anclas y desaparecía lanzando un penacho de humo, muchas pequeñas ciudades y grandes pueblos decidieron abrir su propio museo. No contaban con pterodáctilos o velociraptors, ni siquiera con una mandíbula homuncúlida. No tenía la menor importancia. Gracias a la generosidad de los patrocinadores locales, reunieron una primera colección con lo que había en la zona.
    En un tiempo récord, fueron inaugurados, no sin orgullo, el Museo del Bisonte de Bismark, el Museo de las Grandes Praderas de Omaha o el Museo Meteorológico de Saint Louis, que invitaba a sus visitantes a contemplar, en vitrinas perfectamente impermeabilizadas, diferentes formas de lluvia, granizo o nieve, producidas por mecanismos de riego o refrigeración
  • Rafael Ramoshas quoted10 days ago
    Carnicerías de mundos devastados, los museos exhiben, en lugar de carne colgada, recortada y nombrada con prolijidad, huesos y pellejos suspendidos en el espacio y en el tiempo

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