Miguel Cisneros Perales

Habían estado casados casi veinticinco años y eran dos personas que, a fuerza de costumbre, habían aprendido a vivir bajo el mismo techo

Ella cuenta historias sin parecer lo que hoy se considera una escritora de verdad; pero ¿dónde reside entonces el secreto del indiscutible y tremendo poder de fascinación que ejercen sus historias?

Y es esta puesta en escena de nuestras fantasías, directa y descarada, a menudo vergonzosa, lo que hace que la escritura de Du Maurier sea tan cautivadora

Desde esta perspectiva, la posición histérica dividida (la de la mujer que se queja de ser abusada y explotada sexualmente mientras que, al mismo tiempo, lo desea y provoca al hombre para seducirla) es secundaria, pero para Freud es primaria, constitutiva de la subjetividad.

Acaso no adoptó Sylvia Plath la misma estrategia en su famoso poema «Papi»?
Lo que ella hace en el poema es apropiarse, con un extraño desapego, de la violencia contra sí misma para demostrar que ella puede igualar a sus opresores infligiéndose opresión a sí misma. Y ésta es la estrategia de los campos de concentración. Cuando todo lo que se hace allí es sufrir, al autoinfligirse el sufrimiento, uno consigue su identidad y se libera a sí mismo

Y tal vez así sea como deban leerse los textos de Du Maurier: sus rasguños, que hoy pueden hacerlos anticuados, e incluso hacerlos parecer ridículos, contribuyen también a mantenerlos vivos

lejos de aportar satisfacción al testigo sádico, la autotortura del masoquista frustra al sádico, privándole de su poder sobre el masoquista. El sadismo implica una relación de dominación, mientras que el masoquismo es necesariamente el primer paso hacia la liberación

Las cuatro historias centrales son cuatro versiones de por qué fracasa una relación sexual.

masoquismo femenino», el personaje de una mujer que goza de su propia ruina, que encuentra una satisfacción torturada en su sometimiento y humillación, etc. ¿Cómo vamos a redimir tal rasgo? El punto definitivo de la diferencia irreconciliable entre el psicoanálisis y el feminismo es el de la violación (y las fantasías masoquistas que la sustentan).

Lo mismo ocurre con el «masoquismo femenino», y especialmente con las historias de Du Maurier, en las que las heroínas disfrutan de sus dolorosas pasiones: siguen la lógica del desplazamiento, es decir, para interpretarlas adecuadamente hay que prestar atención al tercer sujeto (el hombre), que es el verdadero objetivo cuando una mujer es «invadida, en repetidas ocasiones, por el ejército chino