El conductor limeño, en cambio, debe estar necesariamente tenso, atento y con una dosis de agresividad indispensable ahí donde prima la ley del más fuerte, donde el ataque es la mejor defensa. Debe demostrar permanentemente su picaresca, su carácter insumiso, su creatividad temeraria, y mantenerse sobre la línea fronteriza entre lo permitido y lo prohibido.