Por otra parte, el desarrollo de un mercado, una administración pública y un sistema político que cubre todo el territorio parecen haber satisfecho el sueño de los creadores de la república: la formación de un país. Sin embargo, no definió una “identidad nacional”, pues los particularismos culturales son fuertes. Colombia nunca se convirtió en una nación en el sentido que el término tenía a fines del siglo XIX: una comunidad que comparte lengua, creencias, costumbres y valores. Hoy es un mosaico en el que las diferencias culturales locales o regionales, sociales y étnicas se afirman y defienden. Para muchos, la diversidad nacional, reconocida en la Constitución de 1991, más que la identidad, es un factor de creatividad que debe defenderse de las tendencias unificadoras.