El ritual Kula trataba de unir los fluidos básicos del hombre y la mujer, y ofrecerlos como oblación: la sangre menstrual y el semen. Constituyen los dos principios básicos de toda vida y existencia humana. La sangre sale con dolor y está asociada a la ira, a la cólera y, obviamente, al principio femenino. El semen surge del placer, y lo representa a él tanto como al principio masculino. Ira y placer son las dos fuerzas que sustentan el mundo anímico. La ira es una energía creadora, que puede transformarse rápidamente en violencia y pasar de ser una fuerza creativa a una destructiva, pero si se reconduce, es una energía muy potente que tiene el poder de transportarnos a los más altos niveles de gloria y reconocimiento. En cuanto al placer, se podría afirmar que no buscamos otra cosa en todas las circunstancias de la vida. Así pues, la combinación de ambos, ira y placer, era la más sublime herramienta de realización personal en el tantra Kula.