Me gustas tanto…, dijo Marianne.
Connell sintió cómo lo invadía una agradable tristeza que lo puso al borde de las lágrimas. Los momentos de dolor emocional llegaban así, sin sentido, o al menos indescifrables. Marianne vivía una vida drásticamente libre, él se daba cuenta. Él estaba atrapado entre consideraciones diversas. Le preocupaba lo que la gente pensara de él. Le preocupaba incluso lo que Marianne pensara, era evidente.