No tendrás casa en la puta vida

Había amado la liviana presencia de Cécile Leduc, el segundo nombre de la lista. Si pudiera medirse la huella de carbono de alguien, la suya sería sin duda insignificante. Si no me asomaba a su habitación era incapaz de saber si estaba en casa. Jamás vi un plato suyo en la cocina. Solo una vez encontré en el lavabo un disco desmaquillante con un resto de sombra de ojos. Se fue también sin hacer ruido

Había amado la liviana presencia de Cécile Leduc, el segundo nombre de la lista. Si pudiera medirse la huella de carbono de alguien, la suya sería sin duda insignificante. Si no me asomaba a su habitación era incapaz de saber si estaba en casa. Jamás vi un plato suyo en la cocina. Solo una vez encontré en el lavabo un disco desmaquillante con un resto de sombra de ojos. Se fue también sin hacer ruido. Ojalá me hubiera avisado antes

Si pudiera medirse la huella de carbono de alguien, la suya sería sin duda insignificante. Si no me asomaba a su habitación era incapaz de saber si estaba en casa. Jamás vi un plato suyo en la cocina. Solo una vez encontré en el lavabo un disco desmaquillante con un resto de sombra de ojos

Él es uno… y es trino. Y el cielo es infinito, pero compartirlo de por vida con tu hijo y un pájaro, se debe notar. Y jode

Usa muchos y diferentes adjetivos para referirse a sus “rivales”: loba, lagarta, chocholoco, pedorra, petarda, señoritinga, guarrona, mosquita muerta, golfa

No en vano, en la acogedora calidez del hogar materno a uno se le suelen perdonar todo tipo de borderías, pero es al cortar el cordón umbilical cuando se alcanza a comprender el significado de la palabra tolerancia

A aquellos que recelen y piensen que aparecer en una obra como ésta viene de una vanidad o exhibicionismo puden irse muy mucho a la mierda. Existimos y existiremos y aquello que existe se puede mostrar sin el menor ambage

Fuera de las imágenes de éxito y fortuna, de distopías extremas o de una cruda miseria existe una gruesa Gent normal que también merece que se la mire directamente por muy parecida que su realidad pueda ser a la tuya.

En las fiestas siempre había que tranquilizar a alguna amiga que se lo había encontrado en el baño y explicarle que sí, que era real, que efectivamente lo había visto y que vivía en el piso

Nada hacía pensar que hubiera algo siniestro entre aquellas paredes. Pero lo había. Algo más sutil que la oscuridad, más imperceptible que los horrores de la dejadez y la putrefacción, y más inquietante que la humedad o los ruidos nocturnos. Y como en las buenas películas de miedo, ese algo tardó en aparecer y nunca llegó a definirse del todo