¿Algún pronóstico? Ninguno. Con este libro no pretendía hacer predicciones, y menos aún vaticinios. Aparte, de poco servirían. Casandra, la hija de Hécuba y Príamo, poseía el don de formular profecías acertadas, pero nadie la creía. Cuando anunció la caída de Troya, estuvieron a punto de lincharla. Es bien conocida la aversión que despiertan los profetas, en especial entre su propio pueblo (nemo propheta in patria). Se exponen a que los tilden de exagerados o de agoreros. Los que sí suelen disfrutar de popularidad son los falsos profetas.