Mucho antes de que un niño negro advierta la diferencia, e incluso antes de que la entienda, ya ha empezado a reaccionar frente a ella, ya ha empezado a verse controlado por ella. Cualquier esfuerzo de los mayores por prepararlo para un destino del que no pueden protegerlo hace que el niño, en secreto, aterrado, empiece a aguardar, sin ser consciente de ello, su misterioso e inexorable castigo.