Almendra

Los libros me transportaban en un instante a los lugares donde no podía ir, me transmitían las confesiones de personas que no conocía y me mostraban las vidas que no podía observar de cerca. También estaban repletos de sentimientos que no podía sentir y de experiencias que no había vivido.

Los libros me transportaban en un instante a los lugares donde no podía ir, me transmitían las confesiones de personas que no conocía y me mostraban las vidas que no podía observar de cerca.

Ya me habían llamado «monstruo» alguna vez, pero ella era la única que me lo decía sin darle un sentido negativo.

—¿Qué significa ser normal?

—Ser parecido a los demás.

—¿Sabes por qué te late rápido el corazón? —preguntó Dora.

—No.

—Porque estoy muy cerca de ti y tu corazón aplaude de alegría.

—Ah.

Yo he decidido afrontar la vida del modo que lo he hecho siempre: tal como viene y en la medida en que puedo sentirla

En realidad, nadie puede saber si una historia terminará en tragedia o comedia. Quizá sea imposible desde el principio clasificar una existencia como una u otra. La vida no hace más que fluir imparable, guardándonos toda clase de sabores.

Eran lágrimas y fluían de mis ojos. Yo estaba llorando. Y también me reía. Al igual que mamá, no podía parar de reír y llorar al mismo tiempo.

Esperaba que sí. De corazón.

—¿Será que crecer es cambiar?

—Seguro que sí. En una buena o mala dirección