Las cosas ocupan mucha energía para sobrevivir cuando no están donde corresponde, se esfuerzan todo lo que pueden, estiran sus tallos como esas alegrías, se desploman en un acto dramático como aquella albahaca. Rascan, empujan, quiebran, corren, hasta encontrar su lugar, ahí donde pueden nutrirse sin esfuerzo, con uno o dos abrazos al día.