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Sarah J.Maas

La asesina en el desierto

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  • Alison Reynosohas quoted5 years ago
    —Cuando le entregues la carta a tu maestro, dale esto también. Y dile que en el desierto Rojo no golpeamos a nuestros discípulos.
  • Antonia Sperberghas quotedlast year
    Bueno, las Llanuras formaban parte del Reino Embrujado. Y sí, supongo que se puede decir que están malditas —Ansel lanzó un sonoro suspiro—. Cuando las reinas Crochan gobernaban el reino, hace quinientos años, era un lugar muy hermoso. Al menos, las ruinas de por allí así lo sugieren. Pero los tres clanes Dientes de Hierro lo destruyeron todo cuando derrocaron a la dinastía Crochan.

    —¿Dientes de Hierro?

    Ansel soltó un bufido.

    —Algunas brujas, como las Crochan, poseían el don de la belleza eterna. Las Dientes de Hierro, en cambio, tienen unas dentaduras horribles, agudas como clavos. En realidad, lo más peligroso son sus uñas. También son de hierro y son capaces de destriparte de un manotazo.

    Un escalofrío recorrió la espalda de Celaena.

    —Pero dicen que cuando los clanes Dientes de Hierro destruyeron el reino, la última reina Crochan lanzó un conjuro que volvió a la tierra contra cualquiera que obedeciese las consignas de las otras, de tal modo que las cosechas se estropearían, los animales enfermarían y morirían y las aguas se secarían. Hoy día ya no es así. La tierra vuelve a ser fértil desde que las Dientes de Hierro se desplazaron al este… hacia tus tierras.
  • Alison Reynosohas quoted2 years ago
    Cuando le entregues la carta a tu maestro, dale esto también. Y dile que en el desierto Rojo no golpeamos a nuestros discípulos.
  • Alison Reynosohas quoted2 years ago
    Y bien —la interrumpió Mikhail, que la devolvió a la realidad de golpe cuando la apuntó con el tenedor—. Cuando tu señor estuvo a punto de arrancarte los dientes, ¿te lo merecías?

    Ansel lo reprendió con la mirada y Celaena se irguió. Incluso Ilias estaba escuchando con aquellos maravillosos ojos fijos en ella. La asesina de Adarlan miró a Mikhail a los ojos.

    —Pues depende de quién cuente la historia.

    Ansel rio por lo bajo.

    —Desde la perspectiva de Arobynn Hamel supongo que sí, que me lo merecía. Perdió mucho dinero; el equivalente a las riquezas de todo un reino, seguramente. Fui desobediente y le falté al respeto, y no mostré ningún remordimiento por lo que había hecho.

    Celaena no desvió los ojos y la sonrisa de Mikhail decayó.

    —Ahora bien, si les preguntases a los doscientos esclavos que liberé, te dirían que no, que no lo merecía.
  • Teresa Soriahas quoted2 years ago
    —Cuando le entregues la carta a tu maestro, dale esto también. Y dile que en el desierto Rojo no golpeamos a nuestros discípulos.

    Celaena sonrió despacio, al borde de las lágrimas.

    —Así lo haré
  • Teresa Soriahas quoted2 years ago
    Instantes en que sus pensamientos flotaban hacia Sam, hacia las palabras de su amigo. Había amenazado con matar a Arobynn. Por lastimarla.
  • Alison Reynosohas quoted5 years ago
    —Si te sirve de algo, Celaena —dijo él con su voz áspera—, creo que has sido lo más parecido a una amiga que Ansel ha llegado a tener. Y creo que te obligó a marcharte porque de verdad te apreciaba.
  • Alison Reynosohas quoted5 years ago
    —Vete a casa, Ansel.
  • Alison Reynosohas quoted5 years ago
    Esta no es la manera. —Dijo la asesina
  • Alison Reynosohas quoted5 years ago
    —Intenta recordarme con cariño, ¿vale? —Lo intentaré. Pero no será fácil.
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