Tengo atascada una parte de ella y reconozco que tuve un leve tropiezo con lo que tanto quería evitar.
«No me dolió», me digo mientras vuelvo al apartamento que tengo en el norte de la ciudad, donde tiro todo estando adentro y me sirvo un trago. «Su ausencia me da igual», me repito, pero la última mirada que me dedicó aparece en mi cabeza, y la ira que me corroe me hace estrellar el vaso contra la pared cuando la veo en la maldita pista de despegue arrancándose las medallas del uniforme.
Los sentidos se me nublan con el recuerdo de ese maldito día y me echo en el sofá evocando el día que decidió irse como la maldita cobarde que es. Era un buen soldado, pero flaqueó y eso hace que tenga dicho concepto sobre ella.
Me meto la mano en el bolsillo y saco la prenda que le quité meses atrás, trayendo el recuerdo de la noche de la fiesta, y es que mientras Bratt discutía, yo le quitaba las bragas que tengo en la mano justo ahora.
Paseo el encaje por mis labios y respiro hondo antes de pasarla por mi miembro endurecido, el cual acaricio con la prenda estimulándome, masturbándome.
Nunca la pienso de buena manera, he tenido cientos de mujeres desde que se fue, pero sigo haciendo esto cada vez que me apetece. No sé dónde diablos está, Alex nunca me lo dirá y, por ello, cada día que pasa clavo la mentira en mi cabeza, me convenzo de que fue una más y que no vale la pena lamentarse por una cobarde.
Mi orgullo me lo exige, aclama una sola cosa y es que deje de lado esta frustración de porquería, la cual no sirve para nada.
Los movimientos acelerados sobre mi miembro hacen que mi derrame se extienda, los latidos en mi pecho avivan la rabia y tenso la mandíbula, «estoy hastiado». Aprieto los ojos y respiro metiéndome en la cabeza que fue solo una más; polvos esporádicos de los cuales ahora ya ni me acuerdo, como tampoco debo acordarme de ella. «No sé quien es Rachel James», me digo, lo que me propongo lo consigo y sé que es cuestión de tiempo para que sea así, me conozco y tendré que recalcular para acordarme de quién diablos es.
Dejo lo que tengo de lado en la mano y me pongo de pie, tengo mil y una cosas que hacer con los que me esperan afuera, ya que todos sabemos que lo sucedido no es más que un calentamiento previo que nos adentra en un juego, el cual apenas está sacando y mostrando las fichas.