Fenómenos de circo

Murió a los ochenta años, haciendo reír hasta el final. Se dice que podía responder a las pullas, comentarios y bromas del público, con citas de Shakespeare. Más extraordinaria que su hazaña es la idea maravillosa y tal vez fantástica de que su público fuera capaz de reconocer esas citas como auténticas o impugnarlas como apócrifas.

En 1772 un espectador inglés anotó en su diario que vio a Richardson devorar carbones encendidos y azufre en llamas, además de cocinar ostras a la brasa adentro de su boca. Según cuenta Harry Houdini en su libro Traficantes de milagros, también bebía o fingía beber un vaso de cerveza convertido en vidrio derretido. Uno de sus sirvientes lo hizo caer en el descrédito delatando sus trucos. No todos sus actos, sin embargo, eran engaños. Aunque nada se sabe al respecto, murió sin lugar a dudas.

En la realidad, estaba casado con Baby Bunny Smith, una mujer gorda que llegó a pesar 230 kilos, una cifra que en el siglo xxi ya no impresiona. Los circos solían organizar falsas bodas de mujeres gordas con esqueletos vivientes y de enanos con gigantas. Sin embargo, Baby Bunny y Pete tuvieron dos hijos y una larga vida en común. No solo su casamiento fue real, sino que volvieron a casarse cuantas veces fue necesario para publicitar su show. Pete murió en 1956.

No se sabe si la famosísima liliputiense, que necesitaba alimentos especiales, murió de hipotermia o a causa de complicaciones intestinales. Lucía Zárate no sonríe en ninguna foto, lo que se considera prueba de desdicha, como si las sonrisas en las fotos fueran prueba de felicidad.

Colgado de un puente, sumergido en un río, en un acuario, en un bidón de cerveza, atado, encadenado, esposado, Houdini siempre escapaba. Pero no por mucho tiempo: a los cincuenta y dos años, la Muerte lo alcanzó por fin, y con la excusa de una peritonitis se lo llevó a su reino. Durante toda su vida Houdini se había dedicado a desenmascarar falsos mediums, tal vez con la secreta esperanza de descubrir alguno verdadero. Antes de morir, le dio a su esposa un código secreto. Solo un medium que estuviera realmente en contacto con su espíritu podría repetírselo. Ella lo intentó durante diez años, hasta convencerse de que la Vieja Dama Muerte ya no lo dejaría escapar.

Frank fue acróbata y payaso. En 1884 llegó con el circo a Buenos Aires, donde un éxito estruendoso lo decidió a quedarse. Frank Brown, que pudo haber sido un payaso inglés, se convirtió para siempre en el Payaso Inglés. «¡A mí, Flambrón!», le gritaban los niños, cuando, al terminar su actuación, repartía golosinas entre el público. Fue un gran lector y amigo de Rubén Darío, que le dedicó un poema. Perfecto en todo, fuera de la pista fue reservado, melancólico, y se enamoró de la ecuyere, como corresponde a todo buen payaso. El amor correspondido de Rosita del Plata, el matrimonio y una vejez amable fueron tal vez los únicos accidentes que lo forzaron a romper el estereotipo de su oficio. Murió en 1943.

Euno había logrado reunir un ejército de sesenta mil hombres con el que desafió durante cuatro años el poder de Roma. Los esclavos sublevados tomaron las ciudades de Enna, Agrigento y Tauromandia. Devoto de la diosa siria Atargatis, identificada con Demeter, Euno fue considerado mago y profeta. Cuando arengaba a sus hombres, lanzaba llamas por la boca que provenían, según su historiador romano, de una nuez hueca y agujereada, rellena de brasas y azufre. Se coronó rey con el nombre de Antíoco y llegó a acuñar monedas con su efigie. Derrotado por el ejército romano, con ayuda del hambre y la peste, y habiendo perdido por razones obvias todo su valor comercial en el mercado, su castigo fue probablemente la cruz.

Dominique Mauclair. Hay pasiones que duran toda la vida, la transforman, la modelan. Dominique Mauclair pudo haber sido músico (en su juventud tocó el banjo en orquestas de Nueva Orleans o Saint Germain des Prés), pudo haber sido uno más entre los periodistas de espectáculos. Pero se enamoró del circo con una pasión desmedida y feroz. Durante veinticuatro años, en su programa La gala de la pista, entrevistó a los más grandes artistas internacionales. Poco a poco se fue convirtiendo, también él, en un circonauta. Viajó y conoció circos del mundo entero. Vive en París, pero su espíritu nómada y ubicuo acompaña a todos los circos del planeta.

A pesar de que Houdini descubrió ante él todos sus trucos, Doyle siguió creyendo, para desesperación del ilusionista, que su amigo tenía poderes sobrenaturales. Nunca pudo aceptar que la magia del espectáculo fuera toda la magia posible.

Houdini y Conan Doyle

Conan Doyle, el más lógico de los escritores del mundo, capaz de llevar el razonamiento hasta sus últimas y disparatadas consecuencias, creía sin embargo en los fenómenos paranormales. Su gran amigo Harry Houdini, el ilusionista que hechizó audiencias del mundo entero con su magia, era un racionalista absoluto, que dedicó buena parte de su vida a desenmascarar los trucos de médiums y espiritistas. Enfrentados por tan dispares opiniones, su amistad se deshizo. Solo después de su muerte logró reconciliarlos Sherlock Holmes.