Las preguntas de los niños pueden dejarnos pensativos, o incluso mudos: hay muchas que parecen evidentes, hasta que intentamos responderlas.
Mediante diálogos y complicidades con el lector, el autor invita a mirar la realidad con ojos de curiosidad, sin miedo al dolor de cabeza: qué nos mueve a discutir, por qué son buenos los lunes, qué relación mantiene el tiempo con el reloj que lo mide, o qué porcentaje de realismo posee la persona optimista.