“A mi hija le han hecho mal de ojo”, rumoreó señá Agapita, perpleja. Meditó mucho tiempo, y cuando lo hubo reflexionado bien, tomó una decisión: de una estaca clavada en un poste del jacal, entre el Divino Rostro y la Virgen de Jalpa, descolgó un barzón de cuero crudo que servía a su marido para uncir la yunta y, doblándolo, propinó a Camila una soberbia golpiza para sacarle todo el daño.