El sabueso de los Baskerville (1902) al buen amigo de Arthur Conan Doyle, Fletcher “Bobbles” Robinson, quien lo llevó a visitar algunos temibles páramos ingleses y ruinas prehistóricas, y le contó maravillosas leyendas locales sobre prisioneros escapados y un aristócrata del siglo XVII que cayó en conflicto con el perro de la familia. Doyle transfiguraba la leyenda: hace generaciones, un sabueso del infierno arrancó la garganta del diabólico Hugo Baskerville en el páramo iluminado por la luna. El pobre y maldito Baskerville Hall ahora tiene otra muerte misteriosa: la de Sir Charles Baskerville. ¿Podría el culpable de alguna manera estar mezclado con el sirviente secreto Barrymore, el Dr. Frankland obsesionado con la historia, Stapleton persiguiendo mariposas, o Selden, el asesino de Notting Hill en general? Alguien ha estado señalando con velas desde las ventanas de la mansión. Tampoco se pueden descartar las fuerzas sobrenaturales. ¿Puede el Dr. Watson, dejado solo por Sherlock Holmes como detective por miedo a gran parte de la novela, salvar al próximo Baskerville, Sir Henry, de los colmillos del sabueso?