La culpa busca la pena y el agravio la venganza. Juan Ruiz de Alarcón
Fragmento de la obra
Jornada primera
(Salen doña Lucrecia y Juana, con mantos; doña Ana e Inés, de casa.)
Ana: Pues que tus plantas hermosas
honran, Lucrecia, esta casa,
o gran desdicha te mueve,
o gran ventura me aguarda.
Si esto supiera mi hermano,
para abreviar las jornadas,
alas fueran las espuelas,
y pensamientos las alas.
Lucrecia: ¡Ojalá, doña Ana mía,
que de esto fuese la causa
o ya tu ventura sola,
o ya sola mi desgracia!
Disgustos dan ocasión
a mi forzosa demanda,
que son en mí ejecuciones,
y que en sí son amenazas.
Ana: Declárate, si no quieres
que me mate en la tardanza,
tu pena y mi confusión.
Lucrecia: Escucha, y preven, doña Ana,
perdon a mis sentimientos,
si no piedad a mis ansias;
que para romper la nema
de los secretos del alma,
Da mi peligro disculpa,
y tu valor confianza.
Tres veces la sierra el mayo
ha calzado de esmeraldas,
y tres veces el enero
la ha coronado de plata
después que de mis favores
sediento don Juan de Lara,
bebiendo su llanto mismo,
ha mitigado sus llamas,
hasta que al fin su cuidado
vigilante, su constancia
invencible y su asistencia
ocasión ya de mi infamia,
merecieron mi piedad;
que una breve gota de agua,
repitiendo el golpe leve,
la más dura peña labra.
Llegaron a obligaciones
mis favores… de palabras,
digo; que nunca a las obras
se arrojó mi confianza;
que no admite galanteo
la que tiene sangre hidalga,
sino para dar la mano
a quien su favor alcanza;
y así, como a ser su esposa
mi pensamiento aspiraba,
obligarle quise amante,
no recatarle liviana.