El cielo de la selva

se viene a morir, a la vida me refiero, y a la selva también

La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.

Carajo, toda la vida me he preguntado por qué se nace, por qué se escoge nacer cuando es tan bueno no existir, no ser nada, no sentir el peso de esta vida de mierda sobre los hombros ni tener que arrastrar el cuerpo selva adentr

La niña observa entonces el rostro de Santa que ríe, porque el dolor de los otros amansa el suyo. Nadie se da cuenta de que tras esa risa hay una locura más honda y secreta que la de la perra.

sabe, y saber es liberador, saber es la llave que abre todas las puertas del mundo, incluso aquellas que Ifigenia nunca podrá cruzar porque su tiempo se agota.

Es hipocresía incluso que le hayan puesto un nombre. Diga lo que diga la abuela, haberla nombrado fue un acto de crueldad. Cuando nombras a una criatura, sea humana o gallina, puerca o yegua, le confieres una identidad, una dignidad, un espacio en el mundo: junto al nombre se regala un tiempo y un derecho a elegir sobre el propio cuerpo. Nadie mataría a una yegua llamada Ifigenia. Al menos no en esta hacienda. Pero sí matarían a una niña llamada así.

Para saber y no olvidar.

Ellos se llevaron a Choclo.

Ellos se llevaron a Ananda.

Y te dejaron a ti, jibarita y ladradora, que esperas la llegada del amanecer porque la vieja viene y, si está de buen humor, alguna que otra vez te saca amarrada a respirar el aire libre.

Lo dice así, como si no supiera que a los viejos solo nos queda pensar en lo que ya fue, que no hay más nada para nosotros, como si no supiera, carajo, que los viejos estamos siempre quietos en el rincón del pasado que a dientes hemos logrado abrir.

La vida es un asco, pero todas las mañanas sale el sol.

Porque la vejez es el tiempo en el que nos cobran las deudas.