La bruja de Portobello nos cuenta la historia de Athena (o Sherine Khalil, como fue bautizada por su padres adoptivos libaneses), una joven de origen gitano que desde pequeña descubrió que era especial, muy inquieta y deseosa de aprender y conocer, en permanente búsqueda, lo que se traduce en una serie de encuentros con diversos maestros que le entregan distintas herramientas (el baile, la caligrafía y otras de igual naturaleza) que la llevan a estadios de conciencia elevados y a integrarse con la Madre, la diosa protectora, acogedora, la Tierra, lo femenino, en contraposición del dios como lo conocemos, castigador, masculino, autoritario, rígido, que nos entregó los mandamientos, etc. Un punto para Coelho, en introducir con fuerza estos elementos, entre místicos y religiosos, la ecología, el cuidado de la Tierra, los ejemplos presentados para avalar esta postura, rupturista y moderna, en contra de intereses tan poderosos como la iglesia católica y el mundo del dinero. Athena cada vez más toma conciencia de sus poderes, lo que sin embargo, lejos de traerle paz y tranquilidad, le empiezan a complicar la vida, obligándola a elegir un camino que se le aparece al lector como violento, lejano a su espíritu. El libro es una serie de testimonios de varias personas que tuvieron contacto con Athena, lo que les dejó y cómo les cambió la vida nos permite a nosotros, simples lectores, hacernos una imagen de esta moderna bruja.