en decírtelo. —Se secó los ojos y se volvió hacia mí—. Nunca he estado más asustado en mi vida, Amelia. Tenía miedo de que le pasara algo antes de llegar aquí, de no volver a verla sonreír, de no tener la oportunidad de decirle lo mucho que quiero ser su padre. Durante todo el vuelo le he rezado a Dios, he hecho el trato con él de que, si acababa poniéndose bien, no dejaría pasar ni un segundo más sin decirle que la quería. La cosa es que… incluso sin decirlo… ya piensa que soy su papá. Sé que no soy su padre biológico, pero eso ella no lo sabe. De todas formas, la sangre no con