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Franz Kafka

En la colonia penitenciaria

“En la colonia penitenciaria”, escrito en los albores de la Primera Guerra Mundial, es uno de los relatos más estremecedores de Kafka. Cercano temáticamente a “El proceso” y “La condena”, cuenta la historia de un explorador que al llegar a una exótica isla descubre una colonia penitenciaria en la que no rige tribunal alguno, sino una sofisticada máquina de tortura que dicta sentencia y ejecuta a los condenados en cuestión de horas. Con muy escasos elementos escénicos y un lenguaje frío y distanciado, el autor urde un relato inquietantemente moderno que, como señala Luis Fernando Moreno Claros en el epílogo, «fácilmente puede interpretarse como una metáfora de los horrores del mundo actual: injusto con los débiles, despiadado, cínico, do­minado por artefactos tecnológicos y por tecnócratas amorales que los adoran, e inmerso en guerras letales e interminables”.
«Siempre he pensado que el escritor indispensable del terrible siglo XX es Kafka: sin él, no entenderíamos nuestro tiempo».
Carlos Fuentes
«Kafka recoge los lugares comunes del mundo contemporáneo y luego introduce una razón enferma por donde lo normal se desliza, inapreciablemente, hacia lo monstruoso y lo anodino».
M. G. González, “Diario de Jerez”
«Es este libro una metáfora sobre los horrores del mundo, horrores que siempre son injustificados y que dicen muy poco de nuestra condición como seres humanos racionales».
Eric Gras, «El Periódico Mediterráneo»
«Uno de los relatos más inquietates que escribió Kafka. Tan imprescindible como el relato es el epílogo que acompaña el texto, del ensayista Luis Fernando Moreno Claros».
Miren Artetxe, “Gara”
«La historia más terrible de las creadas por la imaginación del autor. Leer o releer a Kafka resulta ahora, en esta meritoria edición, una excelente oportunidad».
“El Ideal Gallego”
105 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2019
Publication year
2019
Publisher
Acantilado
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Quotes

  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast month
    No pretendía conmoverlo—dijo—, yo sé que es imposible comprender hoy lo que fueron aquellos tiempos. Por lo demás, la máquina sigue trabajando y se basta a sí misma. Se basta a sí misma incluso hallándose sola en este valle.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast month
    En el silencio sólo se oían los gemidos del condenado, amortiguados por el fieltro. Hoy la máquina ya no logra arrancar al condenado un gemido tan fuerte que el fieltro no pueda asfixiar; pero entonces goteaba de las agujas un fluido cáustico que hoy ya no está permitido utilizar.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast month
    «grada» empieza a escribir; cuando termina con el primer esbozo de la inscripción en la espalda del hombre, rueda la capa de guata y rota el cuerpo lentamente de costado a fin de ofrecer nuevo espacio a la «grada». Entretanto las partes heridas con la inscripción entran en contacto con la guata, que como consecuencia de la preparación especial detiene de inmediato la hemorragia y dispone para una nueva incisión de la escritura. Aquí, conforme el cuerpo sigue girando, las puntas dispuestas al borde de la «grada» desgarran la guata de las heridas, la arrojan a la fosa, y la «grada» tiene trabajo de nuevo. Así va escribiendo cada vez más profundamente durante doce horas seguidas. Las primeras seis horas el condenado está casi tan vivo como antes, sólo padece dolores. Después de dos horas se le retira el fieltro, pues el hombre ya no tiene fuerzas ni para gritar. Aquí, en este cuenco calentado con electricidad, situado en la cabecera, se pone papilla de arroz caliente, del que el hombre, si tiene ganas, puede tomar lo que alcance con la lengua. Ninguno desaprovecha la oportunidad. No conozco a ninguno, y mi experiencia es amplia. Sólo hacia la sexta hora pierde las ganas de comer. Suelo arrodillarme entonces aquí abajo y observo este fenómeno. Rara vez el hombre traga el último bocado, sólo lo remueve en la boca y lo escupe en la fosa. Entonces tengo que

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