Todo deseo de protegerlo de Coco se desvaneció. ¿Errática? Me costó mucho esfuerzo mantener la respiración lenta y constante. La indignación hizo desaparecer los últimos vestigios de cansancio, y mi corazón latió con fuerza por aquella pequeña traición. Allí estaba yo, herida a su lado, y él tenía el descaro de insultarme… Lo único que había hecho en el arroyo y en el bar era impedir que el muy desagradecido muriera.
Destrípalo, Coco.