Espacio, tiempo y sociedad

Consecuentemente, la multiplicidad de los tiempos que acoge el saber histórico se reduce a las interpretaciones múltiples de la continuidad de los tiempos.

De aquí la ambigüedad del tiempo histórico, si éste se entiende como el tiempo utilizado, por lo general, por la historiografía o el saber histórico, ya que pretende unificar lo discontinuo y, después, interpretar múltiplemente dicha unificación, en función de intereses varios y muchas veces contrapuestos:

Los historiadores pertenecientes a diferentes sociedades y a diferentes grupos, no pueden conseguir resucitar los tiempos pasados sino al precio de la proyección del presente en dichos tiempos; y, por lo tanto, no pueden realizar esta proyección sin suponer la continuidad entre las diferentes escalas de tiempos propios de diferentes sociedades (1963/1969a:358).

Se produce así la paradoja de una ciencia histórica continuista que estudia una realidad histórica predominantemente discontinua y una ciencia sociológica discontinuista que estudia una realidad social mucho más continua de lo que podría suponerse.

En efecto, la perspectiva de la ciencia histórica supone, en relación a los tiempos sociales, una afirmación de los tiempos continuos, mientras la realidad histórica muestra más bien su preferencia por los tiempos discontinuos como, por ejemplo, el tiempo de latidos irregulares, el tiempo adelantado a sí mismo o el tiempo explosivo. La consecuencia de tal perspectiva es que «los tiempos históricos reales son reconstruidos según el punto de vista ideológico del historiador, que siente la tentación de preferir algunos de estos tiempos en detrimento de los demás».

La reflexión gurvitchiana sobre el tiempo histórico parte de la constatación misma de la importancia de lo histórico en la realidad social. Lo histórico, en terminología de Gurvitch lo prometéico, supone, en efecto, la irrupción consciente de la acción humana y tiene como consecuencia la transformación social. Lo histórico, desde este punto de vista, se afirma como interrupción, como salto, como modificación, como un fenómeno, al cabo, que acentúa la discontinuidad de la realidad social.

La cuestión no analizada, añade Gurvitch, es que los tiempos de los diferentes grupos pueden presentar, a su vez, ritmos diferentes y, en algunos casos, insondables: «En ciertos agrupamientos, el ritmo del tiempo es más rápido que en otros, pues existen grupos cuyos miembros cambian sin cesar y otros que apenas varían en su composición» (1963/1969a:373). Lo cual ha de tenerse siempre en cuenta.

Es también el tiempo de las masas activas y, particularmente, según Gurvitch, de la clase proletaria.

h) Tiempo explosivo («temps explosif»). Indica el tiempo de disolución del pasado y el presente en la creación de un futuro inmediatamente trascendente. Este género de tiempo constituye la máxima expresión de lo discontinuo, lo contingente y lo cualitativo. Es el tiempo creativo de las revoluciones que da lugar, casi inmediatamente, a colectivismos centralistas o a fascismos.

a) Tiempo de larga duración y al ralentí [«temps de longue durée et au ralenti»]. Se trata de un tiempo en el que el pasado se proyecta en el presente y en el futuro con carácter continuista. Es el tiempo de lo demográfico, del parentesco, de las comunidades rurales y de las sociedades matriarcales.

b) Tiempo engañoso («temps “trompe-l’oeil”»). Resulta un tiempo en el que, bajo la apariencia de la larga duración, se ocultan las virtualidades de crisis bruscas que implican una ruptura entre el presente y el pasado. Es el tiempo de las grandes ciudades, de las comuniones pasivas, de los públicos políticos y de las teocracias carismáticas.

c) Tiempo de las pulsaciones irregulares entre la aparición y la desaparición de los ritmos («temps des battements irréguliers entre l’apparition et la disparition des rythmes»). Es un tiempo de intervalos de incertidumbre en los que existe una cierta dificultad para relacionar el presente con el pasado y con el futuro. Se trata del tiempo de los roles sociales y las actitudes colectivas, de las clases sociales en formación y de las sociedades globales en transición; «como la sociedad occidental de su época», apunta Gurvitch.

d) Tiempo cíclico («temps cyclique»). Configura un tiempo replegado sobre sí mismo, de condición muy continua y cualitativa. Es el tiempo de las comuniones místicas y de las comunidades arcaicas.

e) Tiempo retrasado sobre sí mismo («temps en retard sur lui-même»). Define un tiempo ralentizado sobre sí mismo que no da cuenta efectiva del presente. Es el tiempo de los símbolos colectivos, del derecho, de las clases sociales muy cerradas, de las corporaciones y profesiones e, históricamente, de la sociedad feudal.

f) Tiempo de alternancia entre retroceso y avance («Temps d’alternace entre retard et avance»). Señala un tiempo en el que se establece una competencia entre las actualizaciones del pasado y el futuro. Es, por lo tanto, un tiempo discontinuo, propio de las señales, de los signos, de los modelos de las conductas colectivas, y también de las monarquías absolutas capitalistas.

g) Tiempo adelantado a sí mismo («temps en avance sur lui-même»). Se trata de un tiempo en el que el predominio del futuro se hace presente, manifestándose como discontinuo, contingente y cualitativo. Es el tiempo de las efervescencias colectivas, de las aspiraciones a ideales y valores, de las decisiones colectivas e

Los ocho géneros de tiempo social

Probablemente, la más lúcida aportación de Gurvitch a la cuestión de la temporalidad social es su formulación de los ocho géneros de tiempo

Resumiendo, se podría decir que, según Gurvitch, Bergson abrió nuevos caminos para la comprensión de la temporalidad, pero que su incapacidad dialéctica, manifiesta en las limitaciones expuestas, le impidió hacerse cargo de todas las dimensiones y consecuencias que conllevaban.

Para Gurvitch, sin embargo, la aplicación de los procedimientos del hiper-empirismo dialéctico a las tesis bergsonianas apunta directamente hacia la perspectiva de la multiplicidad de los tiempos, de la cual Bergson quedaría como una importante anticipación.

La segunda limitación de Bergson surge de la constatación de que su temporalidad cualitativa –la duración– implica un régimen de continuidad que termina por constituirse en la base temporal única de todas las realidades del mundo: «Bergson, en lugar de destronar la eternidad en favor de un tiempo humano, se esfuerza por plantear una reconciliación con “la eternidad viva”, reconciliación llena de reminiscencias plotinianas y agustinianas» (1963/1969a:333).

La tercera limitación proviene de la incapacidad combinatoria de la temporalidad bergsoniana. Así, Bergson no ha sabido, según Gurvitch, extraer todas las posibilidades de la diferenciación entre presente, pasado y futuro que le ofrecían sus propias reflexiones «variaciones importantes que contribuyen a la multiplicación de los tiempos» (1963/1969a:334).

Finalmente, Bergson ha operado con la suposición de que las ciencias eran incapaces de dar cuenta de la dimensión cualitativa de la temporalidad, aun y cuando desde algunas de ellas, como, por ejemplo, desde la física de Einstein, desde la lógica científica de Bachelard o desde la psicología de Piaget se daban pruebas de lo contrario. Consecuentemente Bergson ha llegado a cavar una gran fosa innecesaria entre sus teorías y otras teorías contemporáneas.

Sobre Piaget y Bergson

En primer lugar, Gurvitch compara su concepción del tiempo con la concepción evolutiva de Jean Piaget, expresada fundamentalmente en la obra Le développement de la notion de temps chez l’enfant (1946). Piaget estima que el tiempo es fundamentalmente coordinación de movimientos, a diferencia de Gurvitch que, como se ha visto, considera que el tiempo es coordinación y desfase de movimientos. La definición de Piaget supone que el tiempo es fundamentalmente una ordenación de movimientos, mientras que para Gurvitcht resulta ser más bien un conjunto de correspondencias, encuentros o paralelismos de movimientos.