El consejo de «no alimentar al troll» sugiere que el problema es sencillamente inevitable: que los hombres siempre acosarán, insultarán y degradarán a las mujeres, así que es inevitable que demos pasos para proteger a las mujeres en vez de intentar combatir el problema desde la raíz. Lo que se desprende de eso es que si se trata de una cuestión arraigada e inevitable, las personas a quienes, por su propia seguridad, hay que meter en masa en un corral, reduciendo su libertad y restringiendo sus opciones, son las víctimas (presentes y potenciales). Sin embargo, la sugerencia de tratar a los hombres en masa e implementar soluciones preventivas que tendrían una repercusión similar en su libertad de movimientos provoca inevitablemente una reacción negativa inmediata y airada.