Cuando despertamos, percibimos lo que antes no percibíamos.
En nosotras mismas y en los demás. Percibimos nuestras necesidades de forma amplificada, pero también las de los otros. Conectamos (o reconectamos) con nuestra necesidad de poner límites, de decir "basta", o con la necesidad de dejar de relacionarnos con las personas que ponen en duda nuestro valor. Un valor que, por cierto, hemos recuperado al despertar.