Nuestro ocio cada vez se diferencia menos del negocio, por volver a la vieja distinción otium / negotium, scholé / ascholía de los antiguos, en que el estado natural del ser humano consistía en disponer de tiempo libre para cultivar el espíritu en tranquilidad, no en ver espectáculos a menudo narcotizantes o entregarnos por entero al placer de los sentidos.