«Intenta entender al otro antes de intentar hacer que el otro te entienda» es una recomendación maravillosa. Pero la mayoría de las personas no saben cómo hacerlo. En los muchos años que llevo enseñando a las personas cómo comunicarse no he encontrado a un solo cliente que, sin una formación intensiva, sea capaz de hacer de forma constante las cinco cosas que describo a continuación cuando se enfrentan al más mínimo asomo de estrés emocional:
Escucha en silencio, sin interrumpir al otro ni terminar sus frases.
Hazle saber al otro que lo escuchas centrando toda tu atención en él (en vez de mirar tu móvil), manteniendo contacto visual, asintiendo y diciendo «ajá». De vez en cuando, anima al otro con frases cortas como «Sí, sigue, por favor», «¿Qué pasó entonces?» o «¿Y cómo te sentiste?». Una técnica especialmente efectiva es repetir las últimas palabras del otro con una entonación interrogativa.
Cuando el otro termine de expresar una idea, resume la esencia de lo que ha dicho y pregúntale si lo has entendido correctamente. Deja que el otro te corrija o añada más información a lo que has comprendido hasta que se convenza de que «has pillado» lo que quería decir.
Haz preguntas para comprender el razonamiento que lleva al otro a adoptar su punto de vista. Usa tantas preguntas abiertas como puedas y evita las preguntas controvertidas (más adelante podrás cuestionar las ideas del otro). Durante las respuestas a estas preguntas, sigue aplicando los puntos 1, 2 y 3.
Expresa que la perspectiva del otro tiene sentido y parece razonable (dadas sus creencias). Si no estás de acuerdo con algo que haya dicho el otro, no te enzarces en una discusión; en vez de ello, reconoce que ves lo que quiere decir y espérate a que te toque explicarte a ti para mostrar cualquier desacuerdo.3