fue necesariamente su inteligencia, sino el hecho de que el programa había aprendido a jugar de cero, sin un maestro ni intervención humana, sin lecciones basadas en la experiencia de un especialista. La IA siguió las reglas del juego, no las normas milenarias, culturalmente aceptadas, que lleva aparejadas. No tuvo en cuenta los tres mil años de tradiciones y convenciones. No aceptó los relatos de cómo jugar correctamente a ese juego. No arrastraba creencias limitantes.
Y el evento no fue relevante solo en el desarrollo de la IA. Era la primera vez que el go se jugaba con todo el espectro de posibilidades disponibles. Ante una página en blanco, AlphaGo fue capaz de innovar, idear algo totalmente nuevo y transformar el juego para siempre. Si los humanos le hubieran enseñado a jugar, es probable que no hubiera ganado el torneo.