El piso superior de un autobús es un lugar excelente para meditar; pero no proporciona, al menos en mi caso, esa peculiar influencia hipnótica que parece propiciar el pensamiento y los ensueños que disfrutamos cuando la locomoción se lleva a cabo gracias a los propios músculos. La gracia, de todos modos, es que un simple paseo en Londres a menudo nos hace recordar vagamente mejores lugares y formas más nobles de dicho ejercicio.