s —susurró el dios.
—Yo también te he echado de menos —dijo ella y se apartó. Estudió su rostro, acariciando la curva de su mejilla y el arco de cupido—. Lo siento.
—Yo también —dijo él, y ella se dio cuenta de que la estaba examinando con la misma atención, como si intentara memorizar cada parte de ella—. Te quiero. Debería habértelo dicho antes. Debería habértelo dicho aquella noche en el baño. Entonces lo supe.
Ella sonrió, sus dedos se hundieron en su pelo.
—Yo también te quiero.