Más huidizo, pero no menos decisivo, es el principio de especificidad. A menudo, en los textos de los aspirantes se observa un extraordinario despliegue de indeterminación. El hotel sólo es un hotel, el barco sólo es un barco. Hasta lugares específicos o que existen de verdad, como Japón, Roma o el Londres del siglo XVII, se describen a través de sus rasgos más superficiales, y se aplanan como si fueran postales. El lector ya conoce los datos genéricos, por tanto no es necesario repetírselos; en cambio, hay que proporcionarle detalles únicos, propios de aquel hotel, de aquel barco, de Londres en aquel día.