Y todo apunta a que su radio de acción va bastante más allá: nuevos estudios están demostrando que las bacterias que habitan nuestro organismo influyen en la manera en que la mente trabaja y que malestares psicológicos cada vez más extendidos, como la ansiedad o la depresión, pueden estar en gran parte relacionados con el estado en el que mantengamos el hábitat de nuestros minúsculos habitantes.