Sin eso, no es nada. No puede ser otra cosa. Si la situación es falsa, no puedes aceptarla ni siquiera como una novela ligera, porque no hay historia que contar. Sin los elementos de verdad y plausibilidad, no hay problema; si la lógica es una ilusión, no hay nada que deducir. Si en el momento en que se dicen al lector las condiciones que se deben cumplir la suplantación es imposible, todo el asunto es un fraude. No un fraude deliberado, porque Milne no habría escrito la novela de haber sabido con lo que se enfrentaba. Se enfrenta con un montón de cosas letales, y no se ha parado a considerar ninguna de ellas. Y, por lo visto, tampoco lo hace el lector habitual, que quiere que la historia le guste y, por lo tanto, se la toma tal como viene. Pero el lector no tiene por qué conocer los hechos de la vida que el autor desconoce. El experto en el caso es el autor.