Mi identidad no es del todo mía, no es una decisión mía. No hay identidades compactas y sólidas. Yo no decido lo que quiero ser o, al menos, no lo decido del todo. La gramática que heredamos nos dice qué y quiénes somos, nos ubica en el mundo, en nuestras tradiciones, costumbres y hábitos, en nuestros mitos y rituales, en nuestro universo normativo compartido con los demás. Nos sitúa en él, aunque nunca nos sitúa del todo en él. La gramática nos da identidad social, nos sirve en bandeja las relaciones con el mundo, con los demás y con nosotros mismos, unas relaciones siempre imperfectas, siempre incompletas, siempre frágiles, siempre provisionales, siempre dudosas