Primera fase. Identifique el comportamiento que desea cambiar. Luego, fórmese una representación interna de dicho comportamiento como si lo estuviese viendo con sus propios ojos. Si quiere dejar de morderse las uñas, pongamos por caso, represéntese su propia imagen y cómo levanta la mano para acercar los dedos a los labios, y cómo se pone a morderse las uñas.
Segunda fase. Una vez se tiene una imagen clara del comportamiento que se quiere cambiar, es preciso formarse una representación diferente, una imagen de uno mismo tal como sería si el cambio deseado se hubiese realizado ya, y de lo que tal cambio significaría para usted. Trate de imaginar cómo retira los dedos de la boca, cómo se ejerce una ligera presión sobre los dedos cuya uña iba a roer, y considere sus manos perfectamente cuidadas, al tiempo que se contempla a sí mismo como una persona elegantemente vestida, de magnífica presencia y muy segura y dueña de sí. Esta imagen de uno mismo en el estado deseado debe ser de tipo disociado. Ello se debe a que necesitamos crear una representación interna idealizada, la cual iremos redibujando siempre, en vez de considerarla como algo ya adquirido.
Tercera fase. En un «tris-tras», permute las dos imágenes de manera que la experiencia torpe y triste dispare automáticamente la experiencia de seguridad y dominio. Cuando se ha conseguido montar este mecanismo de disparo, cualquier suceso de los que desencadenaban en usted el deseo de morderse las uñas suscitará luego un estado distinto, en el que aspirará a la aproximación hacia esa imagen ideal de uno mismo. Es decir, le habrá abierto a su cerebro un camino totalmente distinto para reaccionar frente a lo que en el pasado suscitaba una reacción negativa.