Jaina, Maya y Patrick no se conocen, pero tienen algo en común: fueron víctimas de robo de identidad. Alguien obtuvo su información personal y la utilizó para adquirir créditos, realizar compras o extorsionar a sus seres queridos. El proceso para recuperar sus datos y sanear sus historiales crediticios ha sido engorroso, solitario y sin garantía de que lo peor ya haya pasado. Porque lo que al principio pareció un simple robo, producto de un “descuido personal” o incluso un extravío, arrojó la vida de esas tres personas a trampas de injusticia y tramitología sinrazón, y el sentimiento de vulnerabilidad ante este tipo de delitos dura más incluso que la pesadilla. Cuida tu identidad y las pruebas de la misma.