ales y económicos, además de los políticos.
El Estado nación ha subsistido en medio de todas estas transformaciones. Ha demostrado vigor y resistencia y sigue inspirando lealtad. No va a desaparecer por ahora. En el mejor de los casos, es decir, si pertenecemos al privilegiado círculo de los ciudadanos con derechos, el Estado nación nos protege. Pero también puede ser nuestro mayor enemigo, una institución poderosa que viola los derechos humanos y promueve la exclusión, expulsando a ciertos grupos o forzándolos a adoptar la forma de vida y las costumbres de la mayoría dominante, y asesinando a aquellos a quienes se niega el derecho a tener derechos.52